La derecha y la izquierda en Colombia « José María Rodríguez
Publicado por rosafg en 2010 - “Hoy día hay un
malestar social difuso que arranca de la imposibilidad de vivir”
Afirma usted que pensamos siempre bajo coacción, ¿qué significa
eso? - Contra
lo que dice el sentido común, pensar no consiste en el funcionamiento de una
facultad que sería innata al hombre. Pensar no tiene nada que ver con sentarse
y esperar hasta que a uno le venga alguna idea. Pensar es una actividad
forzada. Y lo que nos fuerza es la propia vida. Querer vivir nos obliga a
pensar. Pensar es un gesto radical que antes que nada consiste en interrumpir
la normalidad y el sentido común, agujerear la realidad, destruir el manto de
obviedad que la protege, en definitiva, abrir espacios de vida. Pensar es esta
paradoja: una actividad forzada y, a la vez, la más libre.
¿Y cómo se agujerea esta realidad concreta que vivimos? - La realidad
que se nos impone como única y sin afuera, como plenamente tautológica, no es
más que la verdad del capital. Digámoslo claro: la verdad del capital es la que
ha triunfado y frente a ella no hay en estos momentos alternativa alguna. Ha
triunfado porque puede organizar el mundo. Sólo hay que ver lo que sucede en
relación a la crisis actual. Nadie es capaz de poner en el centro del debate la
necesidad de una verdadera transformación social. Sólo se oyen las propuestas
cínicas de reformular las bases éticas del capitalismo. Mi respuesta a la
pregunta es entonces: ¿cómo se combate una verdad si no es desde otra verdad?
Yo creo que sólo la verdad, una verdad que nace de la lucha y del compartir,
puede incidir sobre la realidad. La verdad entendida como desplazamiento o
interrupción del sentido común y de la realidad obvia.
¿Podría dar algún ejemplo? - Si en lugar
de autoestima hablamos de dignidad abandonamos el ámbito de los libros de
autoayuda -que en el fondo siempre plantean un pacto cobarde con la vida- por
una posición desafiante; si en lugar de participación hablamos de implicación,
abandonamos una problemática interna al poder por una posición crítica respecto
del poder, etc. La verdad es el desplazamiento. Más exactamente, la verdad se
produce en el momento del desplazamiento.
Se trata de ligar pensamiento y transformación social? - Cuando se
vincula pensamiento y transformación social -y digo “cuando” porque en la
actualidad no es lo habitual- se hace de un modo exterior, como si el
pensamiento debiera servir para impulsar un cambio social. El pensamiento se
asemeja entonces a una especie de caja de herramientas en la que los
movimientos sociales buscarían instrumentos para luchar. Me atrevería a afirmar
que eso no es auténtico pensamiento. El pensamiento no sirve para luchar, sino
que él mismo es lucha. Si vivir es luchar con la vida, si toda transformación
social es, en última instancia, esa misma lucha contra esta vida-cárcel que nos
encierra en lo que somos, ¿qué clase de pensamiento sería aquél que no hiere a
quien lo produce a la vez que actúa hiriendo la realidad?
¿Cómo se pretende neutralizar hoy concretamente el pensamiento?
- El
pensamiento está asediado en la escuela, donde se formatean las mentes de los
niños para adaptarlos a las necesidades del mercado. Pedagogos y psicólogos
rivalizan en vaciar la enseñanza de contenidos (históricos, sociales…) y
reducirla a puro formalismo: aprender a aprender. En la universidad, la
privatización y la mercantilización determinan las materias impartidas y la
investigación misma. Ya no se forma, sino que se “capacita”, se invierte en
recursos humanos. En los medios de comunicación hace tiempo que las figuras del
experto y del “opinólogo” han barrido cualquier atisbo de pensamiento. Así
podríamos seguir.
¿Pueden volver a ser peligrosas las ideas? - Una idea, si
de verdad es una idea, necesariamente es peligrosa porque es ya una victoria
contra la obviedad. Una idea es la verdad que insiste en el tiempo, abriendo
vías de agua en la realidad. Una idea no es, en absoluto, una construcción
mental: nunca hay que olvidar que detrás de una idea se alza siempre el grito
colectivo de “¡aquí estamos!”. Detrás de una idea existe siempre una palabra
que se toma, una toma de palabra desde un nosotros que empieza a hablar. Por
eso una idea no se comunica ni requiere propaganda para propagarse.
¿Se puede pensar políticamente en ausencia de grandes luchas
sociales, como parece ser el caso hoy? - Las ideas
que verdaderamente cambian el mundo no salen de la cabeza genial de alguien, sino
de prácticas sociales que son necesariamente colectivas. En el plano
individual, como afirmaba Lukács, sólo te queda la posibilidad de golpear tu
cabeza contra la pared hasta que salten chispas. Es verdad: la intervención
política que persigue una auténtica transformación social parece bloqueada.
Pero ausencia de lucha abierta no significa, sin embargo, ausencia absoluta de
resistencia. Hoy día hay un malestar social difuso que arranca de la
imposibilidad de vivir, del hecho de querer vivir y no poder hacerlo. Este
malestar social latente estalla en las periferias de la ciudades cuando
interviene una provocación de la Policía. Y ese mismo malestar adopta formas
tan terribles como el suicidio -casi 30 trabajadores se han suicidado en la
empresa France Telecom este último año- como modo de resistirse a la
reestructuración. Pensar, en ausencia de luchas abiertas, sería pensar cómo
politizar ese malestar que nos atraviesa, sabiendo que no hay ningún horizonte
que nos espere.