La contaminación por material particulado en Medellín, proveniente de fuentes móviles y fijas, sobrepasa las 200 toneladas por año. Por eso se han intentado implementar medidas sostenibles y amigables.
Las volquetas son uno de los principales contaminantes. Fotografía tomada de Noticias Caracol.
Por: Luisa Rojo Granda (@rojakanna) y Carolina Enríquez Ruiz (carorure@gmail.com)
Ella, formada desde el orgullo y la vanidad, mirando más allá de sus vecinos, queriendo ser como aquellas que resaltan su grandeza al otro lado del mundo, intenta copiar su estructura sin tener en cuenta su forma. Edificios que compiten entre sí, industrias que no paran de producir, venas que la atraviesan entera para transportar sangre contaminada por los vehículos que dejan a su paso una huella que al parecer no se puede borrar.
Así es Medellín. Y aunque insista en esconderse tras la cortina de la innovación, la amabilidad y la pujanza, ahora vive un mal que no puede ocultar, la enfermedad que la aqueja. Desde hace unos meses, comenzó a tornarse más gris y nadie pareció advertir estos cambios en la ciudad que antes estaba llena de vida.
Un grito de alarma bastó para que todos se dieran cuenta de lo que ya era evidente, y las acciones que debían ser tomadas desde un principio, comenzaron a imponerse a la fuerza en medio de la desesperación por encontrar la cura momentánea para el mal que debe ser cortado desde la raíz.
Frente al problema, la Alcaldía implementó unas medidas oficiales. Se propuso, pues, que en un día los carros no transitaran, que uno de los medios de transporte más icónicos de la ciudad, el Metro, fuera gratis a ciertas horas para promover la cultura de transporte público y que las volquetas no se acercaran al perímetro urbano, todo eso en pro de intentar disipar la nube de contaminación que cubría a la que siempre fue conocida como La ciudad de la eterna primavera. Después de la medida del día sin carro, donde dejaron de transitar 700.000 vehículos, la contaminación disminuyó un 15% y hubo una reducción de 317 toneladas de monóxido de carbono.Todas estas acciones a pesar de ser significativas para curar el mal de Medellín, no eran más que “pañitos de agua tibia”, según opinó Elkin Martínez, docente de la Universidad de Antioquia y expositor en la charla Café de ciudad: ¿Podemos respirar tranquilos? organizada por la Universidad Eafit el 14 de abril del 2016.
Pero en ocasiones no son necesarias todas estas medidas para que los ciudadanos se den cuenta que es más saludable una bicicleta que un vehículo motorizado. Carlos Carvajal, un habitante de los tantos que recorren la ciudad en bici, tuvo la oportunidad de traer consigo desde países del sur del continente, experiencias sobre movilidad que ha querido implementar en esta, su ciudad enferma.
“Viajar en bicicleta es viajar al interior de uno mismo, es un viaje que permite conocer hasta dónde es capaz de llegar uno”, dice Carvajal, activista y promotor de actividades como La fiesta de la bici y Pedaleando alma.
Buenos Aires fue la ciudad de la que Carvajal más pudo aprender, pues cuenta que allí se estructura toda una cadena de acciones en la que participan desde los ciudadanos hasta los grupos políticos para la optimización del sistema de transporte público masivo, lo que es para este usuario de la bicicleta, la base de un buen funcionamiento de ciudad. Asegura que aunque Medellín está rodeada de montañas, tiene 7.200 hectáreas planas en las que podría haber infraestructura ciclística y que las pendientes pueden ser pedaleables si se utilizan sistemas mecánicos de ascenso, algo que este activista ve muy viable en la ciudad.
A pesar del problema que la aqueja, Medellín es consciente de su enfermedad, sabe que estar tan cerca de una de las principales ciudades industriales del país, Itagüí, la afecta; sabe que la emisión de PM10 (partículas torácicas) y PM2.5 (partículas torácicas) de las fuentes móviles y fijas, sobrepasa las 200 toneladas por año. Por eso, desde hace un tiempo se han intentado implementar dinámicas sostenibles y amigables.
Sin embargo, para personas como Isabel Echeverri, Ingeniera ambiental y profesora de la Universidad de Antioquia, lo anterior no es suficiente; en torno a la relación movilidad-medio ambiente afirma:
“El problema de Medellín es que se cree una ciudad europea sin las leyes de allá. Una hora pico en Holanda, por ejemplo, está llena de bicicletas, ¿y por qué? Porque el uso de vehículos es muy regulado y hasta restringido. Claro, hay que producir económicamente como una ciudad europea, pero también hay que cuidar el ambiente de la misma manera”.
A pesar de la visión de Echeverri, no se puede dejar de resaltar a las empresas que intentan ceñirse a las dinámicas ecosostenibles, ejemplo de eso es la compañía Solobus, proyecto iniciado hace más de 10 años que apenas en el 2014 pudo ponerse en marcha. Solobus es la unión de siete empresas del sur de la ciudad que decidieron apostar por un nuevo tipo de carrocería que consume combustibles más limpios. El trato consiste en que las transportadoras van reemplazando sus automotores antiguos por estos modernos buses que funcionan de una manera amigable con el medio ambiente.
Medellín marchita