Entre
marzo y abril de 2016, Medellín estuvo en alerta roja por la contaminación
en el aire y, aunque se tomaron medidas inmediatas, la ciudad sigue perdiendo
la batalla contra la polución. Por Juan Diego Posada jdposadap@hotmail.com
Es cada vez más cotidiano para los
habitantes de Medellín observar, en la mañana, una especie de capa gris entre y
sobre la ciudad. Basta con mirar hacia el cielo, subir a una de las estaciones
del metro o ver la panorámica desde un edificio alto del centro o de El
Poblado, los miradores de la vía a Santa Elena u otros barrios ubicados en las
laderas.
Esta capa o cúmulo
grisáceo, que muchos miran pero pocos observan, no es normal en las condiciones
climáticas características de la ciudad: no es en realidad un síntoma de lluvia
o de frío, como se suele asociar, aunque esté llena de aire frío. Es
contaminación.
Desde 1998, con el
Programa de Protección y Control de la Calidad del Aire, la municipalidad ha
mostrado su preocupación por las condiciones ambientales que presentan Medellín
y, en especial, su casco urbano. Aunque, históricamente, el clima se ha
caracterizado por ser “templado”, el deterioro del aire y de otros aspectos del
campo ambiental es evidente: lentamente la “eterna primavera” se ha ido
acabando.
El ente encargado de la
medición del aire, a nivel internacional, es la Organización Mundial de la
Salud (OMS), que posee registros en sus bases de datos de tres mil ciudades en
103 países. Según la OMS, los niveles de contaminación se miden por el material
particulado (PM por sus siglas en inglés) y se clasifican entre PM 10 y PM 2,5.
Para que una ciudad pueda tener un aire respirable, estas partículas deben
circular en un número menor a diez por ciento en el ambiente. Cualquier ciudad
que sobrepase la cifra, se considera una ciudad con aire contaminado.
Estas partículas son imperceptibles al ojo
humano. Mientras la PM 10 se encuentra en el aire y circula, la PM 2,5 es tan
pequeña que puede pasar a través de los alveolos y entrar en los pulmones,
convirtiéndose en una de las mayores causas de enfermedades respiratorias del
mundo.
Según el informe de la
OMS, Medellín y Bogotá se encuentran entre las diez ciudades más contaminadas
de América Latina. Incluso, la base de datos del 2014 de esta organización
registra a Medellín con un porcentaje de 26 por ciento y a Bogotá con 24 por
ciento de microgramos por metro cúbico de PM 2,5. Esto representa un incremento
del 16 por ciento y 14 por ciento respectivamente, con base en el diez por ciento
de medida regular.
El hecho de que estas partículas lleguen a
la ciudad se debe a varias condiciones ambientales y de infraestructura.
Medellín es un valle rodeado por montañas, donde la circulación del viento se
ve afectada por la geografía. Durante el día, la contaminación generada por las
industrias, el parque automotor y las personas, se mezcla con los aires
provenientes del norte que pasan por encima del Valle. Esto se debe a, que el
sol, en su función de dinamizador, activa procesos tales como la fotosíntesis
en las zonas verdes dentro de la ciudad. El resultado de dichos procesos es la
liberación de los contaminantes, lo que permite que suban a la atmósfera para
mezclarse con el aire que entra del norte y que se encarga de arrastrarlos.
Así, el aire circula y, por tanto, la contaminación se va.
Caso distinto se
presenta en las noches, cuando el sol ya no está. Ante la imposibilidad de
liberar los contaminantes por medio de su energía, la contaminación que se
genera en las horas de la noche y la madrugada se queda estancada en el valle
en forma de aire frío, pues no hay energía para subir a la atmósfera y
mezclarse con los vientos calientes del norte. A este efecto se le llama
inversión térmica y se traduce, básicamente, en la nube gris que los medellinenses
encuentran en la mañana.
Autos, buses y motos
La mayor causa de contaminación en Medellín
es el crecimiento del parque automotor. Según cifras del Área Metropolitana,
entre 2005 y 2015, se pasó de tener 478.000 vehículos a 1’347.736, entre carros
particulares, motos, buses, camiones y taxis. Un incremento del 80 por ciento.
En cuanto a las motos,
las que mayores índices de crecimiento registran en la ciudad, pasaron de ser
139.000 a 710.186 en el mismo periodo: un aumento anual del ocho por ciento.
Entre estas, las motos cuatro tiempos son las que más contaminan, por su
cantidad, después de los camiones. Tan solo las motos aportan 255 toneladas al
año de PM 2,5, y los camiones, 611. Son precisamente las motos cuatro tiempos
las únicas que no tienen una restricción de movilidad en la ciudad como el Pico
y Placa.
Santiago Ortega,
magíster en Recursos Hidráulicos de la Universidad Nacional, explica que
Medellín ha sido y sigue siendo una ciudad industrial y “dependiente” del
automóvil: “El hecho de estar en un valle, cerrado con los carros y los buses,
es como estar en un garaje con todos adentro”. Y agrega: “Hay que apostarle a
la ciudad compacta, a que todos vivamos cerca, que todo esté cerca, la ciudad
tiene que crecer hacia adentro, pues el crecimiento hacia las laderas lo que
hace es incentivar el uso del automóvil”.
Desde el año 2011,
Medellín ha tratado de adaptar el concepto de una ciudad más pequeña con el
plan BIO 2030. Esta iniciativa, liderada por la Alcaldía, el Área
Metropolitana, el Centro de Estudios Urbano Ambientales y la Universidad Eafit,
busca posicionar el río como gran centro metropolitano de actividades y
hábitat, eje ambiental y de espacio público.
Sin embargo, la población sigue yendo hacia
las laderas. Según cifras de la Empresa de Desarrollo Urbano (EDU), actualmente
habitan la ciudad 2’534.011 habitantes y se espera que para el año 2030 sean
2’844.610.
Aunque el cuidado del
aire en Medellín se ve reflejado en los planes de ordenamiento territorial, las
dos crisis en menos de un año dejan en entredicho lo planteado en estos.
Eugenio Prieto, director del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, reconoce
que las condiciones del aire en la ciudad no son las mejores, debido a la
cantidad de contaminación que se genera y la poca articulación entre los entes
privados, públicos y sociales para contrarrestarlo. Además, explica, el tema
del aire debe ser tratado en el orden de “la salud pública”, para lo cual se
adelantan estudios epidemiológicos con las universidades.
“Hemos diseñado desde el Área rutas de corto
y largo plazo. En el largo plazo están relacionadas con el transporte y las
industrias y, en el corto, con las contingencias ambientales recientes.
Queremos incentivar la tarifa única en el transporte público, la modernización
de las empresas y la movilidad alternativa”, comentó Prieto a De la Urbe.
No solo debe pensarse
el problema del aire como una condición ambiental, sino también como una causa
de enfermedad. Hoy, Medellín no cuenta con un aire de calidad para respirar y
parece no haber condiciones para que el problema disminuya. Si bien gran parte
de la responsabilidad de esta situación recae en las instituciones públicas (y
las medidas insuficientes para el control del transporte en los vehículos
particulares, control de gases y otros contaminantes), la situación también es
un llamado al ciudadano de a pie, pues el aire no es público o privado, es de
todos.